Pequeños paisajes. Lo pequeño y lo sereno.
- Miguel Angel Ortiz Bonilla

- hace 19 minutos
- 2 Min. de lectura

Pequeños paisajes 31. 2024
Acuarela y plumón sobre papel.
18x24cm

Pequeños paisajes 33. 2024
Acuarela y plumón sobre papel.
25x39cm

Pequeños paisajes 34. 2024
Acuarela y plumón sobre papel.
18x24cm 2024

Pequeños paisajes 35. 2024
Acuarela y plumón sobre papel.
18x24cm

Pequeños paisajes 36. 2024
Acuarela y plumón sobre papel.
18x24cm

Pequeños paisajes 37. 2024
Acuarela y plumón sobre papel.
18x24cm
De Bacantes
Elsa Cross
En la fuente nos hemos sumergido.
A su corriente dejamos nuestros cuerpos
como bancos errantes,
tierra que se desprende
llevándose la orilla de espadañas.
Fluimos por sus transparencias
y en el fondo de ese lecho
nuestras piernas rozaban un musgo suave.
Plantas se enredaban a los pies.
Sentíamos el paso de esos peces
que a un descuido, decían,
se pegaban entre los muslos de las mujeres.
Y todo el tiempo una frase en los oídos
pulsando al límite sus cadencias más altas.
Río abajo veíamos las ramas contra el cielo.
El sol dibujaba en nuestros cuerpos
la sombra de las hojas.
La brisa traía tu olor.
Pasamos bajo un sauce
y sus ramas detenían de los cabellos
todo ese impulso río abajo.
II
Rodeados de los cerros como murallas
los hombres jugaban en las terrazas.
Ruido de carreras sobre el pasto.
Un azul morado en el aire cuando el sol se metía.
Los pájaros iban callando.
Los murciélagos alzaban su vuelo errático.
1Selección de Poemas Elsa Cross
Los hombres corrían tras los tantos del juego,
sus gritos reverberaban entre los cerros.
Ovación.
Te levantaban en hombros,
te llevaban cuesta abajo a celebrar.
A cada salida de ese pueblo, un templo.
Las siete puertas resguardadas por los arcángeles, decían.
Y el nuestro en suerte se embriagaba en los portales,
hablando del cielo y del infierno
como de sitios separados por dos pulgadas
dentro del cuerpo.
VIII
Tu cara raspaba.
Bajo los toldos del mercado
un brillo verde sobre tu frente.
Tus ojos, salidos de qué lumbre,
de qué parajes hoscos,
veían sin ver los platos de comida.
Un brillo verde,
como ya reflejando los árboles,
ya viendo el campo afuera
donde esperabas hallarte cierta planta.
Buscamos entre piedra volcánica
para encontrar flores moradas creciendo de la roca,
cactos de formas finas.
Todo el campo de tezontle.
Mal caminábamos
y la tarde también se ennegrecía.
Pasamos la noche debajo de un manzano.
Buscamos en el monte, sin brechas.
Volvíamos rasguñados.
Buscamos sin hallar,
en ruinas de pirámides donde caías dormido,
devorador de hongos,
devorador de iguanas.
Me enredaban en tu sueño,
me hacías reptar.
Mi lengua se alargaba puntiaguda
a devorar hormigas que te andaban por el cuello.
Y tu sudor olía a aguamiel.




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