La palabra verde deriva del latín virĭdis3 ‘verde, vigoroso, vivo, joven’,4 relacionado con virere ‘verdear’, de origen desconocido. Tal vez provenga originariamente de una raíz con el significado de ‘brote, planta en crecimiento’, cognada con el lituano veisti ‘propagarse’ y con el nórdico antiguo visir ‘brote’.
Verde espectral es, simplemente, el color verde de la región del espectro electromagnético que el ojo humano es capaz de percibir. La longitud de onda de la luz verde está aproximadamente entre 500 y 550 nm; las frecuencias más altas que el verde se perciben como cian y las más bajas como amarillo.
Edificios. 2017
Óleo sobre tela.
80x120cm.
La permanencia y el tiempo 46. 2021
Óleo sobre tela.
80x120cm
La Permanencia y el tiempo 21. 2020-2022
Acrílico y óleo sobre tela.
73x91cm
La permanencia y el tiempo. Elementos. Del agua. 2023
Óleo y carbón sobre tela.
160x119cm
Edificios. 2024
Óleo sobre tela.
80x120cm.
De los paisajes pequeños, Verde II. 2024.
Óleo sobre tela sobre aglomerado.
24x21cm
Tiempos y agua. 2024
Óleo sobre tela.
80x60cm.
De los paisajes pequeños, Verde III. 2024.
Óleo sobre aglomerado.
24x21cm
La permanencia y el tiempo. Flujos. 2024
Óleo sobre tela
170x110cm
Verde que te quiero verde
Romance sonámbulo
A Gloria Giner y Fernando de los Ríos
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas la están mirando
y ella no puede mirarlas.
Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde…?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.
Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando
desde los puertos de Cabra.
Si yo pudiera, mocito,
este trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Compadre, quiero morir
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.
¿No veis la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?
Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo.
Ni mi casa es ya mi casa.
Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
¡Dejadme subir!, dejadme
hasta las altas barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.
Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal,
herían la madrugada.
Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.
¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está tu niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!
Sobre el rostro del aljibe,
se mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche se puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.
Federico García Lorca
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